De las emociones a la productividad


 
 

por Raquel Cohen

Muchos podrían reconocer una relación directa entre la productividad y el estado emocional de las personas. Otros, una prácticamente nula. La realidad es que querámoslo o no, sí existe una correlación entre las emociones y nuestro trabajo.

La productividad que se vive en nuestra jornada laboral siempre depende de alguna motivación. Las motivaciones son elementos que dan sentido al trabajo, por ejemplo: “quiero ayudar a las personas a través del reconocimiento de sus emociones”, “quiero crear una pieza de arte que me conmueva”, “quiero encontrar soluciones a los problemas macroeconómicos”, “quiero inventar un objeto que me permita trasladarme con mayor velocidad”, y como éstas hay miles, pero, ¿cuál es el origen de la motivación?

La motivación se activa a partir de una sensación o emoción. Es decir, la emoción que alguien puede sentir cuando existe una necesidad es lo que lo motiva a ofrecer la solución misma. Remitiéndome a los ejemplos anteriores, una persona, puede sentir empatía por los otros seres humanos, por lo tanto, existe una motivación a ayudar a los demás a explorar sus emociones.

Quien quiere crear una pieza de arte, siente la necesidad de expresarse a través de una obra, y conmoverse, tanto a sí mismo como a quienes lo rodean. Quién quiere trasladarse con mayor rapidez, puede sentir enorme frustración o cansancio al recorrer largas distancias a pie, por ello se motiva para encontrar soluciones que le permitan recorrer las mismas distancias en el menor tiempo.

Como seres humanos, es vital reconocer e identificar cada emoción que sentimos sin juzgar la misma. No hay emociones buenas ni malas, simplemente son. Una vez que se integra, podemos trabajar con ésta y transformarla en materia prima para crear nuevas situaciones, y modificar nuestro entorno de manera positiva.

Un verdadero obstáculo es el no reconocer lo que sucede dentro de nosotros. Cuando nos
sentimos tristes, enojados o frustrados y no aceptamos esa emoción, nuestros niveles de
endorfinas bajan, tendemos a sentirnos cansados y sin energía, y por lo tanto contaremos con poca disponibilidad para trabajar y para producir.

Estar en contacto profundo con nuestras emociones, nos hace muy bien, aun durante una
jornada laboral. Las emociones tienen el poder de impactar en nuestra propia productividad, éstas son un trampolín que nos ayudan a alcanzar nuestros objetivos y metas. Si sabemos integrarlas, son un conducto que nos permite a ser más claros, nos ayudan a identificar hacia dónde vamos y cómo queremos llegar ahí. Son aliadas en nuestro día a día. Al contactarlas, recordamos que somos seres humanos, y podemos gozar de ese privilegio.

Siente, conecta y crea.